Cuando un mosquito penetra nuestra piel, las
probabilidades de que dé con un capilar en el primer intento son bastante
bajas; apenas 5% de nuestra piel tiene vasos sanguíneos.
Así que el
mosquito serrucha con su trompa una y otra vez para pescar un capilar, lo que
produce más daño bajo la piel.
Además de eso,
el insecto inyecta una proteína anticoagulante que evita que el canal de la
trompa se obstruya con coágulos de sangre.
Nuestro
sistema inmune reacciona incrementando la irrigación sanguínea al lugar de la
picadura, enviando grandes cantidades de células blancas, lo que crea la
hinchazón irritante.
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