
Es fuente de calcio y debe ingerirse diariamente desde
el nacimiento, pero no todo lo que escuchas acerca de la leche es precisamente
cierto. Aquí, aclaramos algunos mitos conocidos.
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Es beneficiosa para la piel. Aunque tiene
ciertas propiedades protectoras, y se emplea a menudo en cosmética, consumirla
con frecuencia no consigue un efecto visible ni importante sobre la dermis.
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Hace daño después de la lactancia. Los defensores
de esta teoría argumentan que ningún mamífero toma leche después del destete y
que el aparato digestivo del bebé puede digerir la leche materna solo durante
la lactancia, ya que después desaparecen las enzimas que la metabolizan. Lo
cierto es que esas enzimas se pierden al dejar de tomar leche regularmente. Por
eso, en los países nórdicos es raro ver intolerancias a la lactosa, mientras
que en África se da el fenómeno inverso.
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La grasa de la leche es mala. Tampoco es del
todo cierto, porque 30% de esa grasa puede ayudar al sistema cardiovascular.
Aunque es de buena calidad, también puede aportar calorías, y contribuir con la
ganancia de peso. Lo mejor es consumir leches descremadas o con cero porcentaje
de grasas.
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No debes tomarla con avena. Algunas
combinaciones, como té con leche, no son convenientes porque bloquean la
absorción de los nutrientes de la leche. En el caso de la avena, lo
recomendable es añadirle leche cuando ya está lista y no durante la cocción.
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Cae mal si se mezcla con frutas o cítricos. En
realidad, no existe ningún estudio serio que haya encontrado una sola razón
para no hacer esta combinación. Cuestión de gustos.
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